[Terminada] El destino es caprichoso y más cuando se trata de algo como lo que pasará entre ______ y Louis Tomlinson. Una relación del pasado rápida, alocada, peligrosa que le llevó a ser quien no era. Todo acabó, pero no para siempre. Ambos estaban equivocados cuando prometieron no volver a verse.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Capítulo 51.

Narra ______

Corría por la calle del parking. Tenía impotencia e ingenuidad en mi cabeza como la cosa que más destacaba. ¿Cómo habría llegado a ese extremo Josh?

Seguí  la dirección de donde provenían los gritos minutos antes. Todo cuadraba mejor cuando empecé a asociar cosas en el camino.

Llegué paralela a un callejón y vi que un hombre estaba metiéndose en un coche blanco, un Audi. Me sobrecogí cuando observé que estaban tirando a Louis al suelo y repartiéndole dolorosas patadas en todo el cuerpo.

Mis manos se fueron inmediatamente a la boca y la tapó para no hacer mucho ruido. Louis no estaba haciendo nada. Sólo se cubría con los brazos la parte de cuerpo que le permitían, y quizás pediría a quien fuese que le protegiese de no llegar a ser más que patadas contra él.

Estaba aterrorizada y congelada. No sabía cómo reaccionar, pero tenía que hacer algo si no quería que terminasen matando a patadas a Louis.

Cerré los ojos y me recargué de fuerzas. Caminé apresuradamente hasta los hombres, que parecían divertidos haciendo daño a Louis, quien se encontraba con un gesto de dolor en la cara y acurrucado sobre él, quizás sin saber siquiera lo que pasaba.

-¡Dejadle! – Grité, con la voz rajada.

Los dos hombres cesaron de darle patadas y me miraron. Segundos después, me revisaron de arriba abajo y sonrieron. Sus miradas coincidieron y, ahora, sonreían cómplices.

-Hola, jovencita. – Musitó uno. - ¿Podemos ayudarte?

Uno de ellos era moreno y otro era rubio. Los dos estaban fijando la mirada en mí. Estaba cada vez más asustada, pero al menos había evitado que sus patadas continuasen aterrizando en el costado de Louis.

-D-dejadle. – Dije casi rogando.

El rubio rodeó al cuerpo, retorciéndose del dolor de Louis y vino hacia mí.

-¿Quién eres? – Preguntó, poniéndose enfrente de mí.
-Dejadle. – Dije de nuevo en un tono de exigencia.

El hombre rubio sonrió y miró para otro lado, sorprendido que alguien como yo le estuviese dando órdenes a un hombre que estaba repartiendo una paliza en plena calle.

-¿Eres su novia? ¡Vaya! Creo que esto a Matthew le interesará. – Exclamó.

Chistó en dirección al hombre moreno y le sonrió.

-¿Qué hacemos? – Preguntó.

El moreno se encogió de hombros y le dio una patada más fuerte a Louis en la espalda.

-¿Le quieres dejar en paz, cabrón?

Mi grito retumbó en la silenciosa calle. Mi fuerza se subió hasta mi cabeza y quise ir hacia donde estaba Louis tumbado en el suelo.

Choqué con el hombro del rubio y me cogió por mis brazos delgados.

-Eh, nena. – Me susurró. – Mejor será que seas obediente con nosotros.

Mi mirada se frunció de rabia y le miraba desde la poca distancia, mandándole todo el odio que mi cuerpo me permitía.

-Vosotros dos tanto como vuestro jefecillo sois repugnantes. Odiosos. Unos sin vida que comen pegando a gente, incluso matando.

El chico me miró casi rabioso y, después de unos segundos, se le creó una media sonrisa.

Sus manos soltaron mis brazos e hizo sonar sus nudillos, juntando las manos y estirándolas detrás de la espalda.

Mis labios empezaban a temblar porque la mirada del hombre ya no era tan generosa. Pero yo no me achantaría. No hasta que soltasen a Louis.

El puño del hombre aterrizó en mi mentón tan fuerte que contacté fuertemente con el suelo. Mis lágrimas salían disparadas por el fuerte impacto y mi mano fue a calmar el dolor que me había producido el duro puño.

-¡Hijo de puta! – Grité.

Miré hacia la dirección de Louis. El hombre moreno le había abandonado y ahora ambos estaban en frente de mí, mirando como estaba tumbada en el suelo, incorporada de cintura para arriba. Al menos había conseguido que le dejasen en paz.

-¿Qué te pasa, preciosa? – Preguntó ahora el moreno. - ¿Te lo pasabas bien?

Sacudí la cabeza mientras trataba de tranquilizarme.

Miré como Louis hacía fuerzas con los brazos en el asfalto para levantarse, y, segundos después, de nuevo aterrizó en el asfalto.

La pena me invadía. Necesitaba ayudarle, ¿Y si de verdad le podía pasar algo grave? ¿Y si le habían hecho daño? Le habían repartido muchas patadas.

Me tranquilicé y me puse de pie. Los dos me miraron sorprendidos, y ambos me rodearon.

-¿Dónde crees que vas? – Preguntó uno de ellos.
-¿Qué coño os ha dicho Josh?
-Josh nada, preciosa. – Informó el rubio. – Ha sido Matthew el que nos da órdenes.
-Dejadle. – Dije, pronunciando bien y acariciando mi mentón, el cual me dolía. - ¡Dejadle joder! Sois unos malditos cabrones.

El moreno posó su dedo índice en mi boca y lo bajó perfilando la mandíbula.

-¿Qué te parece si nos divertimos un ratito con ella? – Preguntó.

Mi gesto se sorprendió y yo negué con la cabeza. Por un segundo, el dolor quedó en un segundo plano.

El rubio asintió con la cabeza, y acto seguido, se abalanzó sobre mis manos para cruzarlas y ponerlas detrás de mi espalda. Las agarraba con tanta fuerza que me hacía hasta daño.

El moreno de nuevo perfilaba mi rostro y me revolví entre los brazos del rubio para que me soltase, pero fue imposible. Su cuerpo era demasiado grande para competir contra él.

-Llévala al coche. – Exigió el moreno.

El rubio me di un pequeño empujón a medida que mi corazón apresuraba su latido. Estaba asustada. Demasiado.

-¡Suéltame! – Gritaba.
-No, nena. Esto te pasa por meterte en asuntos que no te incumben.

El chico se acercó a un coche que estaba aparcado a diez metros de donde se encontraba el otro chico con Louis. El rubio lo abrió.

-Métete. – Me exigió.
-¡No! – Me negué. - ¡Por favor! No me hagas daño. Por favor, suéltame.

El chico rió sarcásticamente y sacudió la cabeza.

-Métete.
-No.
-¡Que te metas, joder!

El chico tiró de mi pelo para que le obedeciese y me metí dentro del coche. Ahora solo pensaba en cómo escapar. ¿Qué me harían sino? ¿Qué podrían llegar a hacer? ¿También estaría yo en sus planes?

Miraba nerviosa el coche, que era de color beige por dentro. Mis piernas temblaban y me abalancé sobre la puerta de mi izquierda para salir de ella, pero el chico rápidamente cogió mi pie. Aproveché para darle con el talón en la entrepierna. El hombre se retorció de dolor y se tiró al suelo.

Me dirigí a la puerta izquierda y le abrí, saliendo de él. Rodeé el coche y, después, de nuevo me puse al lado del hombre del cuerpo y le repartí unas cuantas patadas más para asegurarme que me daría tiempo a encargarme del otro hombre. Hasta que no le vi retorciéndose de dolor y rogándome que parase, no paré.

Me alejé un poco de él y, tras escupirle en la cara, me dirigí hacia donde estaba el cuerpo de Louis junto a la mochila de ropa.

Un fuerte sonido me sobresaltó. La cabeza del chico era una auténtica marioneta. Los puños de ambas manos repartían puñetazos sobre el rostro.

Me coloqué detrás de la escena y, antes de gritar, miré detrás del cuerpo guiado por fuertes y estrictos golpes.

Una cara con golpes y puñetazos, un cuerpo débil y casi sin fuerzas, y una mandíbula apretada. Ojos azules pero casi negros y rabia, mucha rabia. Sus dientes estaban apretados visiblemente y estaba concentrado en lo que hacía. De nuevo unos mechones de pelo le caían por la frente, recordándome al pasado.
Louis estaba subido encima del cuerpo del hombre, el que estaba tendido encima del asfalto, dejándose llevar por los fuertes golpes de Louis.

Mi respiración era agitada y me invadí de recuerdos de aquella fría noche cuando Louis le estaba repartiendo la paliza tan increíblemente fuerte a Liam. Fue lo único que se me vino a la cabeza.

Miraba casi sin poder articular palabra.  

-¡Para! – Le pedí.

El chico me hizo caso omiso y continuó aterrizando sus puños de forma violenta sobre el hombre.

-¡Louis! – Exclamé.

No me hizo caso.

Me subí a su espalda para evitar que siguiese ofreciéndole golpes, temiendo que quizás recibiese una mala contestación física a ese acto.

-¡Louis! ¡Cómo no pares le vas a matar!

El chico paró sobrecogido por mis fuertes ruegos. Miró al hombre que continuaba tendido en el suelo.

-¡Joder, ya estoy bien! ¿No me ves? – Dije.

Louis se retiró corriendo de él y yo le miré asustada.

Me agaché corriendo al cuerpo. Mi dedo índice y corazón, se posaron en su cuello buscándole pulsaciones.

Mientras Louis limpiaba su boca con la manga de la chaqueta.

Mi cuerpo se tranquilizó cuando le encontró esas pulsaciones al hombre. Me puse de pie y me acerqué a él.

-¿Qué coño ha pasado? – Pregunté.

El chico resbaló en el aire y aterrizó su cuerpo en el asfalto, exhausto y dolorido.

Miré hacia la dirección donde estaba su bolsa de ropa y vi el cuerpo del moreno tendido al lado de él.
Me bajé de rodillas y tomé la misma distancia que él, que encogió sus rodillas y las rodeó con sus brazos.

-No… no lo sé. – Balbuceó.
-Dios mío, Louis. ¡Estás lleno de heridas!

El chico tenía dificultades para respirar. Estaba lleno de golpes y moratones por la cara. Un gesto de dolor permanente estaba en su cara.

-Lo… lo siento. – Musitó nervioso.

Le miré a los ojos cristalizados. ¿Estaba llorando?

Mi respiración se cortó y yo me arrastré sobre mí para acercarme más a él.

-Louis… - Murmuré.
-Soy un completo idiota.
-No. No digas eso. No lo eres. No llores, por favor.

El chico cogió aire y, abrazando más fuertemente sus rodillas, continuó sollozando.

-Louis, por favor...

Los nudillos de mis dedos se posaron en sus mejillas para acariciarlas y calmarle. Estaba hecho un cubo de lágrimas.

-No quiero darte esta vida. – Dijo, entre lágrimas.
-¿Qué dices, Louis?

Bajé lentamente mi mano por su cuello y la arrastré por su torso. El chico se quejó absorbiendo aire. Fruncí el ceño y aclaró su garganta.

-No quiero que estés envuelta en peleas y cosas de mi pasado. – Dijo.
-Esto no ha tenido nada que ver contigo. Ha sido mi culpa. Todo cuadra, Louis. Ha sido Josh.
-Me da igual, _____. – Dijo entre quejidos.
-Déjame verte. – Dije.

El chico se retorcía de dolor mientras, quizás el motivo de las lágrimas, le doliese más.

-Déjame verte. – Le pedí.
-No.
-Todo esto ha sido por mi culpa. Por favor.
-No, ______. No te dejaré que me veas. Vete. Lárgate.
-No, Louis.
-¡VETE! – Gritó.

Unos pasos de alguien corriendo sonaron detrás de mí mientras yo miraba a Louis con los ojos también empañados. ¿Por qué me decía que me fuese? Si todo esto era culpa mía.

-No… - De nuevo susurré.
-¡Eh! – Exclamó alguien detrás de mí.

Louis levantó la vista, de nuevo quejándose. La fuerte paliza estaba visible en su rostro.

-¿Qué ha pasado?

Era Bob. El hombre se acercó a nosotros y se sentó a nuestro lado de forma que creábamos un triángulo.

Me di cuenta de que un coche de nuevo entraba en las calles. Se acercó al moreno y alguien salió de la puerta trasera rápidamente para recoger el cuerpo inconsciente. Miré hacia la dirección del coche donde estaba el rubio, pero no había rastro ni de él ni del coche.

Segundos después, el otro vehículo, abandonaba la situación. Yo y Louis seguimos el rastro del coche hasta que pudimos.

-¡Hey! – Exigía Bob. -¿Qué te ha pasado? – Ahora miró a Louis. – Oh, Dios. ¿Qué diablos os ha pasado?
-Ha sido todo culpa mía, Bob. – Musitó Louis con tono de dolor.
-¡No! – Exclamé.

Bob me miró a mí y posó sus dedos en mi barbilla, girando mi cara.

-¿Quién diablos te ha hecho esto? – Dijo.

Tragué saliva.

Louis se retorció sobre sí y se extendió en el suelo.

-Bob, tenemos que llevarle al hospital. – Exclamé.
-¡No! – Se negó Louis. – Bob, lleva a _____ a su casa.

Miré a Bob mientras vi que Louis observaba el cielo, poniendo sus manos en el estómago.

-¡Chicos! – La voz de alguien nuevo invadió en la escena. Subí la mirada y, al lado de Bob de pie, estaba Adam. - ¡Louis! ¿Qué diablos te ha pasado?
-Bob, llévale al hospital. – Le exigí. – Adam me llevará a casa, ¿A que sí?

Adam estaba perdido, pero le hice un gesto para que el asintiese.

-Sí, sí. – Dijo. – Claro.
-No pienso ir al hospital. – Dijo de nuevo Louis, incorporándose.
-Debes ir, Louis. – Dijo Bob. – No sé qué diablos te habrá pasado, pero debes ir. Esas heridas no tienen buena pinta.

Louis me miró y de nuevo miró al suelo. Se arropó más las rodillas y Bob y Adam observaban todo con incertidumbre.


El chico de ojos azules y profundos me miraba con odio, mientras yo le rogaba que me explicase mediante miradas por qué quería que me alejase de él.

PD. ¡Amores! Ya no dedicaré más caps en lo que queda de novela, de nuevo volveré a dedicar en la próxima. :) ¡Besos!


jueves, 26 de septiembre de 2013

Capítulo 50.

Este capítulo va dedicado a:  @RocioCarro1d  ¡Felicidades, amor!

*

Narra Louis:

Mordí mis labios mientras me deslizaba dentro del área y rodaba con el pie el balón por el suelo. El portero me miraba, con las rodillas flexionadas, esperando mi ataque.

“Esta es la tuya, Tomlinson.” Me susurré.

La rabia de ese absurdo nombre rebotó en las paredes de mi cabeza y lancé con toda mi fuerza y rabia el balón. El portero no pudo parar aquel fuerte tiro, y cayó derrotado en el suelo. El balón se metió dentro de la red, y, en ese instante, miré hacia el banquillo, mirando como ella apretaba la bufanda y celebraba el gol.

Parte del pequeño estadio estaba celebrando mi gol. Sonreí satisfecho de haber cumplido con lo que la dije.

Corrí cerca de donde estaba ella y la señalé, celebrando en mi interior que esa sonrisa que estaba radiante en su rostro era por mí, como en los viejos tiempos.

Relamí mis labios cuando llegaba hacia donde estaban mis compañeros, pensando en que ella de nuevo me besó. No fui yo, fue ella la que me besó. Ambos nos besamos. Después de un año los dos nos dejamos llevar y nos envolvimos en lo que realmente no debería de haber terminado nunca.

Algunos de mi equipo me esperaban con los brazos abiertos para abrazarme y celebrar conmigo el triunfo.

La felicidad fue colmada cuando el árbitro, segundos después, finalizó el partido con dos fuertes pitidos de silbato.

Ahora todos los del equipo nos reunimos en el centro del campo y nos pusimos en corro para celebrar nuestra victoria a un equipo de casi primera división. No éramos nada malos.

Mi mirada se levantó un momento del centro y se dirigió hacia los banquillos, donde estaban Bob y el entrenador celebrando nuestro triunfo. Los jugadores del banquillo chocando sus manos satisfechos y… No había ni rastro de ella. ¿Dónde estaría?

Fruncí mi ceño pero seguí celebrando el triunfo, esperando a que los contrincantes pasasen a nuestro lado y les pudiese ensanchar la mano.

Pasaron en fila, uno a uno a nuestro lado, junto abucheos y halagos del público.

Sin embargo, en mi interior, yo seguía aturdido. ¿Dónde estaría ella?

Me acerqué a Bob mientras que los demás de mi equipo se metieron para los vestuarios.

Me quité la camiseta en el camino y sacudí mi pelo.

-Hola, Bob. – Musité interrumpiendo la conversación que mantenía con el entrenador.
-¡Eh, hola, Louis! – Exclamó.

El hombre enseguida se acercó hacia el banquillo y me tendió una botella de agua.

-Gracias. – Agradecí cuando la cogí.
-Lo has hecho genial, Louis. Estoy muy orgulloso de ti. Nunca me defraudas.

Me ruboricé y di un trago de agua largo. Tragaba mientras miraba a Bob, que me seguía felicitando entusiasmado.

-Esto… ¿Sabes dónde está ______? – Pregunté.

El hombre paró su discurso y me miró frunciendo el ceño.

-En realidad no, se fue, pero…

Fruncí el ceño y miré hacia el suelo, cerrando la botella de agua y tendiendo la camiseta sobre mi hombro. El hombre parecía seguirme dando explicaciones pero yo no las escuché. Sacudí la cabeza y el pelo cayó sobre mi frente, empapándola de sudor frío.

-Quizás ande cerca. – De nuevo escuché salir de la boca de Bob.

Le sonreí y le di una pequeña palmadita en el brazo. Comencé a andar lo más rápido que pude hacia el pasillo gris. Entré y miré hacia ambos lados, no había nadie. Mi mente pensó por un segundo en todo lo que había pasado en la pared que tenía a unos metros de mí, con ella… Suspiré y, de nuevo me recoloqué la camiseta sobre mi hombro y emprendí camino hacia los vestuarios.

Bajé el escalón mientras abría la puerta y un calor lleno de vaho me invadió. Todos los jugadores estaban cantando mientras se duchaban y aseaban.

Sonreí al verlos tan entusiasmados.

-Hey, Louis. – Exclamó Frankie. – Ese gol ha sido el mejor.

Le sonreí agradable y me quité la ropa para meterme en la ducha.

***

Todos aún seguían entretenidos en las duchas, celebrando nuestra derrota hacia el equipo de casi primera división. Yo me peinaba el flequillo hacia arriba con algo de gomina, intentándolo fijar.

Levanté la ceja recordando cuando la tenía medio rapada. Quería escapar siempre de mi pasado, sin entender que si no hubiese sido por él, jamás hubiera vivido todo lo que estaba viviendo en ese momento…

Suspiré mientras me repasé por última vez el flequillo. Giré la esquina y abrí mi taquilla sacando la bolsa de ropa.

Salí del vestuario después de avisar a todos los de mi equipo que me iba, y tras salir al pasillo y recobrar un poco de cobertura, busqué el teléfono de Adam en la lista de contactos, rezando porque fuese ese el número del chico.

Daba señal.

-¿Sí? – Contestaron.
-¿Eres Adam? – Pregunté.
-Sí, soy yo. ¿Quién eres?
-Hola, Adam. Soy Louis.
-¡Louis! – Exclamó entusiasmado. – Qué alegría volver a escucharte.

Sonreí para mí y dejé que unos segundos retomasen la seriedad de la conversación.

-_____ y yo iremos a cenar de nuevo, ¿te parece? – Preguntó.
-¿Enserio? ¡Estupendo! Después os puedo invitar a unas copas, me sé un lugar cerca de aquí que está genial. 
-¡Perfecto!
-Tengo muchas cosas que contarte, Tommo.

Arqueé una ceja consciente de que el chico no me vería. Era obvio que Adam me conocía como Tommo y que era algo inevitable.

-Digo, Louis… - Musitó arrepentido.
-Bueno, creo que ambos tenemos muchas cosas que contarnos, ¿no? – Dije intentando salir de la tensión de la conversación.
-Claro.
-Ahora te veo, Adam.
-Hasta ahora.

Los dos colgamos y guardé mi teléfono en el bolsillo de la chaqueta vaquera que traía en la bolsa. Me reconforté el jersey beige y llegué a donde estaba Tommy.

Miré a ambos lados de ese largo pasillo, en busca de _______, pero tampoco había rastro de ella.

-Buenas noches, Tommy. – Saludé.
-Hola, Louis. Enhorabuena.

Sonreí cómplice, pero no contento. ¿Cómo iba a estarlo si por lo que mereció la pena había desaparecido como si la tierra se la tragase?

El hombre se retiró dejándome paso y me despedí de él con un rápido gesto de cabeza, acompañado con una sonrisa. El hombre hizo lo mismo.

Caminé por las oscuras calles de alrededor del estadio, donde ya no había nadie, todos habían desaparecido. Quizás haría más de media hora que había acabado el partido.

De nuevo me quedé quieto y miré hacia todos los lados, en busca de ella. Pero no estaba. ¿Dónde diablos se habría metido? Si tenía pánico de irse sola.

Revisé bien cada rincón que desde ese ángulo mis ojos me permitían, y descarté el encontrarla, así que, me decidí por emprender camino al parking e ir en coche a buscarla.

Mis pasos eran rápidos, ¿Y si la había pasado algo? Negué con la cabeza, mientras mi brazo cargaba sobre el hombro la bolsa de ropa.

Giré la esquina de esa estrecha y oscura calle que llevaba al parking. Una calle muy poco transitada.

Mis ojos avistaron de momento una silueta, con las manos entrelazadas y sentada en un banco, refugiándose del frío con su propio cuerpo. Estaba de espaldas, pero había una ligera esperanza de que fuese ella y que me estuviese esperando.

Me acerqué sigilosamente y me coloqué a su lado.

-Hola. – Musité.

El olor tan peculiar que ella tenía me rodeó cuando me acerqué, y supe que sí, era ______. Me puse delante de ella y miré como su cara se había convertido en una completa sorpresa, cosa que me confundió.

-Te estaba buscando. – Añadí. – Ya he hablado con Adam.

Señalé al restaurante de enfrente de nosotros donde trabajaba Adam.

-¿Qué haces aquí? – Preguntó por fin ella. – Le dije a Bob que te dijese que ya te llamaría.

Fruncí el ceño sin entender bien la confesión de ______. ¿Me diría algo Bob de eso? No le escuché lo demasiado, quizás.

-¿Ha pasado algo? – Pregunté confundido.
-Me siento como una mierda, Louis…

Miré hacia el suelo. Entonces entendía que de nuevo sus confusiones y arrepentimientos chocaban de frente con su impotencia y poca fidelidad hacia Josh.

-En unos días Josh y yo celebramos nuestro aniversario y yo estoy sin poderme contener a ti, besándote y acompañándote a estúpidos partidos en los que tú me dedicas goles y después me invitas a cenar. Algo no cuadra, ¿No crees? Esto debería de hacerlo mi novio, no mi 'amigo'. 

Encogí mis hombros mientras la miraba. Ella estaba sentada y miraba hacia arriba, pues yo me había situado delante de ella.

La impotencia se apoderaba de mí, de nuevo. Y el miedo de perderla o de algún sinónimo, estaba presente. Tanto que podría denominarlo terror antes que miedo.
______ se puso de pie y me tendió la bufanda que seguramente le había dado Bob por el cuello.

-Mejor me voy. – Musitó.
-¿Dónde? Déjame llevarte, es peligroso.
-No. No, Louis. No es lo mejor.
-¿Otra vez te vas?

La desesperación había llegado a su límite. De nuevo la perdía. De nuevo estaba yéndose, dejándome. Y no quería. No quería hacerme a la idea de, si estaba dos días aquí, estar sin ella.

-Tengo que irme. – Murmuró.
-No, no, no. Me estás desorientando, _______. ¿Por qué coño me haces esto?

Era un entrelazado laberinto en mi cabeza en el que ella estaba en el centro, y cada vez que me acercaba a encontrarla, ella corría para perderse de nuevo en él. Me era imposible comprenderla o saber lo que se le pasaba por la cabeza. Ella fue la que quiso. Ella fue la que me obligó a besarla. ¿Por qué ahora este comportamiento?

El maldito aniversario con Josh. ¡Joder! Ese maldito chico era el culpable de todo lo que había pasado. Todo. Absolutamente todo.

-Lo siento… - Musitó.
-Pero no te vayas. – La rogué. - ¡Joder!

Ella continuaba andando, quizás sollozando entre las sombras.

-¿Acaso no te das cuenta de que hemos hecho esto porque tú quisiste? – La gritaba. – Jamás te hubiera besado si hubiese sabido que esto hubiera pasado, joder. ¡Por favor! ¡Escúchame!

Los amoldados pasos de la chica continuaron siendo rítmicos y, al cabo de dos minutos, su silueta se perdió al final de la calle.

¿Dónde narices iría ahora ella sola? ¿De noche? Se me ponían los pelos de punta al pensar todo lo que podría pasarla.

De nuevo recargué la bolsa de ropa sobre mi hombro y comencé a andar lo más rápido que pude, en su búsqueda.

Sin embargo, un grupo de tres personas salieron de un pequeño callejón y me embistieron lo más rápido que pudieron.

Dos de ellos me cogieron por los hombros e hicieron que mi cuerpo chocase contra la pared antes de que yo pudiera siquiera defenderme. Mi gesto se frunció cuando miré a ambos lados y me percaté de que quien quizás estaría en peligro, no fuese ella, sino yo.

-Hola, Louis. – Musitó uno con una sonrisa pícara.

Los otros dos hombres seguían agarrándome fuerte por los hombros, sin despegarlos de la pared. La bolsa de ropa aterrizó en el oscuro suelo de la acera, alumbrada por una simple y vaga farola.

Fruncí los ojos cuando juré recordar a ese hombre. Cabeza rapada, corpulento, vestido de negro, un tanto raro…

-Soy Matthew. – Me confirmó. - ¿Me recuerdas?

Mi gesto se volvió de completa rabia y di un brusco respingo con mi cuerpo en la pared, para intentar soltarme de esos dos acompañantes y apalear a golpes a ese hombre.

Matthew sonrió maliciosamente y me miraba con sus ojos profundamente negros en la oscuridad.

-No, Tomlinson. Este juego ya no será como tú quieres.

La sangre me hervía y mi mandíbula comenzaba a ser tensada y presionada por mis propios dientes. Tomlinson. No. Eso no.

De nuevo di un golpe sobre la pared, pero los hombres de nuevo me pegaron contra ella apartando cualquier posibilidad de escapatoria.

-¿Sabes por qué estamos aquí? – Preguntó de nuevo el de la cabeza rapada. – La verdad es que no te admiro. Ni siquiera sabía que jugabas al fútbol. Sólo sé de ti lo que me contó mi cliente. Josh. Él parecía tenerte mucha rabia y demasiada poca admiración. Por eso nos mandó un recado para hacerte.

Mis ojos se agrandaron y mi pupila debió de dilatarse. ¡Josh! Ese hijo de puta era el culpable de todo. Ese cabrón había contratado a estos tres canallas…

-Y bueno. – Prosiguió. – Creo que tú y yo podríamos llevarnos bien. Pero no es el caso.

Matthew se acercaba dando lentos pasos, mientras sus manos estaban en el interior de sus bolsillos. Posó su rostro demasiado cerca del mío, en el que podía apreciar un aliento de alcohol demasiado evidente.

-Ellos me contratan para que yo cumpla sus deseos. – Continuó, junto a mi rostro. – Y sus deseos, son órdenes para mí. – Hizo una pausa. - Así que…

El hombre embistió mi estómago con su puño, con bastante fuerza. Grité sin poder evitarlo. Mi cuerpo se pegó aún más a la pared, retorciéndose del dolor.

Pataleé de nuevo para que los dos que me agarraban me soltasen, pero fue imposible.

Matthew se reía, parecía divertirse.

-También me contaron que te divertías pegando a gente. – Comentó, sonriente, como desde que había aparecido. – Bien. ¿Jugamos?

Ahora su puño chocó en mi cara, haciéndome gritar de nuevo y dejando que una pequeña hemorragia se crease en mi nariz.

Mis ojos se cerraron y intentaron controlar la rabia y el dolor, pensando en la manera de deshacerme de esos dos que me sujetaban para poderles repartir lo que se merecían.

-Además, también Josh me informó que le quisiste pegar… Hiciste como… ¿Así?

De nuevo preparó su puño, paralelo a su cabeza. Le miré aún con la rabia y dolor apoderándose de mi cuerpo. Sonreía.

-¿Qué te parece si…

Su proposición fue interrumpida. Mi pie se levantó del suelo y le alcanzó el rostro, dándole una fuerte patada en la cara hasta tirarle al suelo. El hombre aterrizó cubriéndose la cara con las manos, y ofreciendo un grito de dolor.

-¡Maldito cabrón! – Exclamó.

Fue en ese momento cuando yo sonreí. Los dos hombres ahora dejaron todas sus fuerzas en mí. El de mi izquierda me soltó para ponerse en frente de mí, pero rápidamente me dio un golpe en la entrepierna, que me hizo gritar más fuerte que lo que previamente había gritado. El de mi derecha soltó mi brazo y dejó que me cayese al suelo.

-¿Está bien, Matthew? – Logré escuchar.

Estaba tumbado, retorciéndome sobre mí mismo. Vi, desde mi perspectiva de lado, como Matthew se levantaba y era ayudado de su ayudante, el que estaba a mi izquierda.

-Sí. – Contestó fríamente Matthew.  – Encargaos de él. Repartir a ese cabronazo todo lo que se merece.

Uno de ellos asintió y vi como los dos pies con zapatos elegantes se acercaban a mí. Sentí el pico del zapato en mi rostro.

Una embestida de patadas sobre mi cuerpo. Ambos expresaban su posible rabia sobre mí, que estaba completamente tumbado en el suelo, de lado, recibiendo una paliza por parte de, ¿Quizás una mafia?

Ahora solo tenía fuerzas para pensar en blanco. Los golpes estaban pudiendo conmigo. No podía abrir los ojos, solo veía negro. Mi espalda y el estómago estaban recibiendo demasiados golpes.

Sólo sentí como alguien me giró el cuerpo hasta que me colocó boca arriba y se puso encima de mi cadera. 

Empezó a abofetearme. Mis pensamientos eran ecos. Flashes. No coordinaba bien. El dolor era lo que reinaba ahora mismo en mi cuerpo o consciencia francamente dañada.

“Hijos de puta” “Joder” “Dejadle” “¿Qué le habéis hecho”?

Eso era lo único que escuchaba. Parecía que los golpes y los maltratos habían cesado. Creía que estaba tendido en el suelo sin nadie encima de mí, o cerca, para poderme repartir de nuevo crueles golpes.

Me retorcí sobre mí hasta que pude conseguir tumbarme de nuevo de lado, para calmar el dolor. Tras unos segundos que me tomé para recobrar el aliento y, quizás algo de conocimiento, abrí cuidadosa y dolorosamente mis ojos.

De nuevo veía todo desde la perspectiva girada. Los dos hombres habían hecho un pequeño círculo, y dentro de él, había una presa. La voz me retumbaba de nuevo con las mismas palabras.

“¿Qué coño le habéis hecho?”

“Cállate”

Abrí un poco más los ojos cuando escuché un fuerte golpe contra el asfalto.

La vi tendida en el suelo, con su mano en el rostro. Dolorida. ¿Qué hacía aquí? No. No podía estar aquí. ¿Qué coño hacía aquí? ¡La habían pegado!

No iba a dejar que la pegase nadie. Nadie podría hacerle daño a la persona que más quería en este mundo. Y mucho menos si la persona que tiene su cariño y confianza es el que ideó todo eso. No.


La fuerza salió de dentro de mí e intentó tirar de mi cuerpo hacia arriba, pero fue intento fallido. Mi cuerpo de nuevo se derribó sobre el suelo y un “Ella es mía” “No la puede hacer nadie daño” Resonaba en mi cabeza mientras mis ojos de nuevo se cerraban y lo único que se apareció en mi cabeza fue su sonrisa dulce e inocente.


miércoles, 25 de septiembre de 2013

Capítulo 49.

Louis me miraba y de nuevo bajó los dedos para perfilar de nuevo mi espalda. Mi respiración era agitada y nos encontrábamos a dos escasos centímetros el uno del otro.

Llené mis pulmones de aire mientras él miraba mis ojos, y me hacía cosquillas en la cara con su aliento.

Retumbaba en las paredes el ruego que hacía décimas de segundo le pedía. Louis parecía no haberse enterado.

-Louis… - Susurré. – Bésame.

El chico se acercó con sus labios ansiosos de los míos, pero no los rozó. Simplemente hecho una ráfaga de aliento en el interior de mi boca y yo la cerré instantáneamente para saborearlo. Junté mis labios y los apreté. Miraba a los suyos. Segundos después, subí los ojos acariciándole la mejilla con las pestañas. De nuevo me encontré esos inmensos ojos azules.

-¿Estás segura? –  Preguntó, también susurrando.

Tragué saliva dejando oír mi fuerte respiración y mirándole perdida a los profundos ojos azules.

-Bésame, joder.

Tiré de su cuello e impulsé su rostro hacia el mío. Louis giró la cara y chocó bruscamente con mis labios.
Abrió su boca dejando paso a la mía y el chico agarraba con fuerza mi espalda para que no me escapase, como la vez que me besó en el coche.

Nuestras respiraciones iban al mismo ritmo y sentía como si la complicidad que tenía con Louis no la tuviese con nadie más.

Su mano seguía jugueteando en mi espalda mientras la otra cogió la mía de su cuello y la atrapó llevándola bruscamente a la pared, donde entrelazó sus dedos con los míos.

Tras unos minutos invadidos en ese beso tan apasionado, el chico se retiró, finalizando el beso con un toque dulce y apasionado.

Se relamió los labios y yo abrí con cuidado mis ojos, esperando la complicidad que, como nunca fallaba, estaba en sus ojos.

Los dos nos intentábamos comunicar con la mirada, mientras que en mi mente solo retumbaba un “Qué. Has. Hecho.” 

Miraba ansiosa y deseosa de más a Louis, pero mi lado coherente apareció, quizás un poco más tarde de lo que debió de aparecer, y estando acostado y tapado en mi mente por las ganas y la ansiedad que tenía por besar de nuevo esos labios gruesos y rosados que tantas cosas me causaban.

El chico fue relajando la presión con la que tenía apretada mi mano y retiró la mano de la espalda para acariciarme con la mano la mejilla.

Pasaba muy despacio sus dedos por mis mejillas. Cogió aire y pareció dejar mostrar también su lado coherente.

-Sé que quieres a Josh. – Dijo. – Y estoy seguro de que esto ha sido todo culpa mía.

Fruncí el ceño y vi como una sonrisa radiante se escondía detrás de esa capa de miedo y pánico que tenía Louis siempre que decía algo que se involucrase en perderme o alejarse de mí.

-No debió de pasar nada. – Añadió.
-No ha sido tu culpa, Louis. Hemos sido los dos… Yo tenía ganas. – Dije.
-Pero tú no debiste hacerlo.
-Te dije que estaba segura.
-Tienes novio, ______. Yo sé que quieres a Josh. Le has sido infiel…

Entonces me acordé del capítulo, del párrafo, de la línea y de la frase exacta de uno de los libros que más me gustaron cuando mi mayor afición era leer:

-No solo se es infiel besando. – Musité.

Louis arrugó el entrecejo y soltó repentinamente mi mano, alejándose un par de pasos de mí.

Alguien interrumpió nuestra conversación tan llena de tensión y deseo. Un chico abrió la puerta que estaba bajo el escalón y, detrás de un rostro sonriente, aparecieron todos, riendo a unísono.

Louis chocó sus manos en las caderas y me miró girando el gesto. Yo le miré con cierta complicidad y devolví la mirada para seguir analizando al simpático grupo que invadía el pasillo.

-¡Louis! – Exclamó uno de ellos. -¿Qué hacéis aquí?
-Había gente ahí afuera. – Comentó, con un tono apagado y una sonrisa débil.

El chico arqueó una ceja mirando a Louis. Después, me miró a mí. Una tímida sonrisa se me dibujó en el rostro, ruborizándome.

-¿No piensas presentarnos a la chica que ha invadido nuestra intimidad? – Preguntó el chico.
-Oh, claro. – Exclamó Louis. – Ella es _______.

Sonreí cuando vi que había siete o diez chicos, y que continuaban saliendo más de la puerta. Todos me miraban y mi rubor comenzaría a aumentarse. Después sonrieron y me saludaron. Algunos con un entusiasta “Hola” Otros con un gesto brusco con la cabeza, otros con la sonrisa y algunos con la mano. Yo me limité a entrelazar mis manos y ponerlas delante de mis caderas, mientras miré tímida a Louis, que no me dedicaba ninguna mirada.

-Nosotros nos vamos al campo, Louis. En una hora empieza el partido y tenemos que calentar. – Comentó un chico, lanzando una tela negra a Louis. La cogió al vuelo. -¿Vienes?
-Id vosotros. – Mandó Louis. – Ahora iré yo.

El compañero de Louis hizo un gesto con el dedo sobre su frente, de obedecimiento, y todos comenzaron  a seguirle mientras le mandaban sonrisas a Louis, y daban palmaditas en sus brazos o espalda.

Todos continuaron el largo pasillo hasta agarrar el pomo de una nueva salida de emergencia. Empujó hacia fuera de ella y se abrió. Todos salieron y de nuevo el pasillo se quedó vacío, con miradas cómplices entre Louis y yo.

El chico cogió aire y negó con su cabeza, mientras que su rostro dibujaba una sonrisa.

-No te entiendo, ni te entenderé nunca. – Comentó.

Encogí mis hombros con un gesto inocente y sonreí.

-Ven, anda. Te adjudicaré un sitio estupendo.

Louis musitó eso y, segundos después, agarró mi mano andando por el pasillo hasta abrir la misma puerta que habían abierto minutos antes sus compañeros, y dejando que el frío nos rodease y se apoderase de nosotros.

Él iba en pantalones cortos y manga corta, y no se inmutaba. Yo estaba casi tiritando.

Un pequeño estadio se avistó desde mis ojos y observé todo lo que pude, con cautela. Mi boca se entreabría y contaba que unas mil personas cogerían en este pequeño sitio.

-Es aquí. – Me señaló Louis con el índice, el que antes jugueteaba por mi espalda.

Miré hacia donde me indicaba y vi que era el banquillo. Fruncí el ceño y le miré.

-¿El banquillo? – Reclamé.
-¿Algún problema, señorita?
-No puedo estar aquí, Louis. Soy una espectadora.
-Perdona, nena. Bob es el que debe de encargarse de eso y no creo que tenga ningún problema con tenerte aquí.

Sonreí convencida de su frase y encogí mis hombros.

-¿Me deseas suerte? – Preguntó el chico, juguetón.
-Te la deseé hace diez minutos.

Louis soltó una insonora carcajada y tapó su boca con su otra mano, incrédulo.

-Seguro que ganamos, entonces.

Asentí mientras un fuerte grito de uno de sus compañeros, le llamaban.

-¡Ya voy! – Gritó.

Su mirada volvió hacia mí.

-¿Te apetece ir al restaurante de Adam a cenar de nuevo? – Preguntó. – Seguro que él estará encantado de volvernos a ver.
-Bueno. – Me encogí de hombros y miré al suelo. – No lo sé…
-No acepto un no como respuesta.

Sonreí tímidamente y le miré a los ojos. ¿Por qué? ¡¿Por qué diablos su mirada tenía tanto impacto en mí?! 

Me desordenaba todos los sentidos, me daba la vuelta a todos los órganos y mi lengua se retorcía hasta causarme sensación de asfixia. ¿Qué estabas haciendo conmigo, Louis Tomli… Louis?

-Te quiero. – Susurró de improvisto Louis. – Pero es un secreto.

Su dedo índice se posó entre mis dos labios, los que creaban un hueco. Asentí con la cabeza, asombrada de lo que estaba diciendo.

Besó rápidamente mi mejilla y se fue hacia donde los demás.

-Suerte… - Dije, casi en susurro.

Louis pareció escucharme y se giró mientras corría para sonreírme, a la vez que se ataba esa tela negra que mostraba que era el capitán del equipo al brazo. Yo le devolví la sonrisa mientras dejaba mi cuerpo resbalar en el aire hasta aterrizar en la butaca.

***

El estadio estaba bastante lleno para ser un equipo tan pequeño. Me preguntaba contra quién jugarían y qué contactos habría conseguido Bob.

Hablando de Bob, acababa de aparecer en el campo, mirando hacia todas direcciones y comprobando que sus chicos estaban haciendo su trabajo. Su cabeza giró hacia la izquierda, y se encontró el banquillo, donde me encontraba yo.

Su gesto fue de sorpresa, y luego arrugó el entrecejo. Se acercó apresurado a mí.

-¿Qué haces aquí, querida? – Preguntó sofocado.
-Louis me dijo que no te importaría.
-¡Vaya con Louis!
-Bob, si estorbo puedo irme… - Dije levantándome.
-¡No, no! – Negó apoyando sus manos en mis hombros y invitándome a tomar de nuevo mi asiento.

El hombre se sentó a mi lado, apoyando sus palmas de las manos en sus rodillas, con las piernas separadas.

-¿Qué tal el día? – Preguntó. ¿Qué tal con Louis?

Sonreí al ver lo directo que era Bob siempre.

-Bien, Bob. Todo bien.
-¡Estupendo, diría yo!
-¿Por qué? – Pregunté exclamando.
-El rubor de tus mejillas dice que todo ha ido sobre ruedas. Ese chico es genial.

Sacudí la cabeza mientras acariciaba mi pelo, nerviosa y sonriente.

-¿Y tú qué tal?
-Genial, ultimando los detalles que faltaban.
-Hay demasiada gente, ¿Contra quién juegan?
-Es un equipo que puede optar a la primera división. Tiene bastantes seguidores.

Asentí con la cabeza, interesada por el tema de conversación de Bob, quien dio un giro brusco y me tendió una bufanda del equipo por mi cuello.

-Esto es para ti. – Comentó.

Sonreí.

***

El partido ya estaba en marcha y miraba hacia el campo, hacia Louis, quien buscaba ansioso el balón, como un buen delantero. De vez en cuando se podía apreciar como gritaba, pero era un grito insignificante, se encontraba bastante lejos como para escucharlo.

Estaba pendiente del partido, mirando de vez en cuando también a Bob junto al entrenador, que se habían levantado y se habían puesto en la línea que se les permitía, y quienes se desesperaban cuando fallaban una ocasión de gol.

Yo, estaba al lado de uno de los jugadores que jugueteaba con sus dedos, nervioso del juego.

El momento de satisfacción llegó cuando Louis cogió el balón cerca del área. Todos nos pusimos de pie, incluida yo. Mis manos agarraban la bufanda mirando la jugada del chico. Rezaba por que marcase. Cerré los ojos y los volví a abrir, justo en el momento donde el balón se metió dentro de la red. Gran parte del público se volvió loco. Bob y el entrenador se dieron un abrazo amistoso y yo sonreí, apretando con todas mis fuerzas la bufanda y felicitándole en mi mente. Louis se acercó corriendo y pasó de largo en frente del banquillo. Me señaló con el dedo y se besó la mano.

-Creo que te lo ha dedicado a ti. – Musitó Bob.

Sonreí satisfecha, cuando me vi interrumpida, de nuevo, por el sonido del teléfono móvil.

-¿Sí? – Contesté.
-______.

La voz tenue y creía que femenina, se escuchaba al otro lado del teléfono.

-¿Quién eres? – Pregunté, gritando y tapándome el otro oído para escuchar con más claridad. Yo y mi manía de no mirar quién llamaba.
-Soy Alison, ______. – Dijo.
-¿Qué pasa? – Pregunté preocupada.
-Josh me ha llamado pensando que estabas todavía conmigo. Menos mal que sé disimular bien, querida.
-¿Y qué te ha dicho?
-Te está organizando una cena de aniversario y quiere que te entretenga hasta al menos las diez.

Mis ojos se agrandaron y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Me sentí como una mierda. Josh organizándome una cena de aniversario y yo aquí, con Louis, ocultando gracias a mi mejor amiga mi paradero…

Cerré los ojos e intenté asumir mi culpa.

-Ali… Gracias. – Murmuré.

Colgué el teléfono mientras que anunciaban el final del partido 0-1 habían ganado los Blews.

-Bob, tengo que irme. – Le grité antes de que fuera a celebrar la victoria.
-¿Dónde? – Preguntó.
-A casa. Josh me está buscando.

Bob frunció el ceño y me miró confundido.

-¿Va todo bien?
-No te preocupes. Dile a Louis que… ya le llamaré. 

No dejé que Bob contestara y salí corriendo en la misma dirección por donde me había guiado Louis. 

Atravesé el pasillo gris, ruborizada por el momento que había compartido con Louis, en la que me quedé observando unos minutos.

¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué me arrepentía ahora? ¿Por qué coño lo había hecho? Louis tenía razón, y le estaba siendo infiel a Josh.

Él solo era una simple atracción, una simple química. Mi química. Mientras que Josh era la estabilidad y la pieza principal de este puzzle.

Las voces de los jugadores invadieron las paredes y corrí hacia el cambiador para salir de ahí. Me enrollé la bufanda en la muñeca y corrí lo más rápido que pude hacia la salida donde estaba Tommy.

Le saludé con un gesto rápido de cabeza y él me dejó salir.

Estaba perdida en esa entrada del estadio y no sabía dónde ir. Necesitaba encontrar algún método para llegar antes de las diez con Josh. ¡Era una idiota! Dentro de unos días haríamos un año y yo estaba aún obcecada en el pasado… ¡Totalmente idiota!

Miraba para todas direcciones e intentaba buscar una salida, pero no la encontré.

Me senté en un banco solitario, a unos pasos del estadio, donde no pasaba nadie, cerca del parking, en el que medité qué hacer durante quizás una media hora.

-Hola. – Musitó alguien detrás de mí.

Me giré alarmada.

-Te estaba buscando. – Añadió, Louis. – Ya he hablado con Adam.

Louis señaló al restaurante de enfrente de nosotros donde trabajaba Adam.

-¿Qué haces aquí? – Pregunté. – Le dije a Bob que te dijese que ya te llamaría.

El chico frunció el ceño y me miró perdido.

-¿Ha pasado algo?
-Me siento como una mierda, Louis…

El chico miró hacia el suelo y comprendió de qué se trataba.

-En unos días Josh y yo celebramos nuestro aniversario y yo estoy sin poderme contener a ti, besándote y acompañándote a estúpidos partidos en los que tú me dedicas goles y después me invitas a cenar. Algo no cuadra, ¿No crees? Esto debería de hacerlo mi novio, no mi 'amigo'. 

El chico encogió sus hombros y se dejó llevar por la impotencia.

Me puse de pie y mientras me deshice la bufanda de la muñeca y se la tendí en el cuello, posándome en frente de él.

-Mejor me voy. – Musité.
-¿Dónde? Déjame llevarte, estas horas son peligrosas.
-No. No, Louis. No es lo mejor. Me cogeré un taxi.
-¿Otra vez te vas? – Preguntó, quizás algo desesperado.
-Tengo que irme.
-No, no, no. Me estás mareando, _______. ¿Por qué coño me haces esto? ¡¿Otra vez?! 

Le miré arrepentida y encogí mis hombros en modo de disculpa.

-Lo siento… - Musité.

Comencé a andar hacia ningún sitio y me alejé unos metros de él, escuchando como seguía gritando cosas que oía, pero no escuchaba.

De nuevo la impotencia, la rabia, la culpabilidad y sobre todo, la confusión, se apoderaban de mí. Ya era hora de que me replantease qué sentía o qué no sentía por Louis.

Caminé durante unos diez minutos cuando mi móvil de nuevo sonó e interrumpió mis pensamientos.

-¿Sí? – Contesté.
-Hola, cielo. ¿Qué tal te va todo con Ali?

Era Josh. Oh, no. Quería llorar.

-H-hola, Josh. – Contesté. – Todo bien, aún estaré un rato con ella.

Un grito ahogado de hombre me sobresaltó detrás de mí. Escuché como se quejaba, pero no le quise dar mayor importancia.

 -Sí, sí. Mejor. Que te entretenga. – Dijo.
-Lo hará… - Musité en un suspiro.
-¿Qué habéis hecho? – Preguntó.
-Tarde de chicas, ya sabes. ¿Y tú?
-Nada, pensar en lo que haría el equipo de los Claws, me informé que es el equipo de Louis Tomlinson, ¿no?

Fruncí el ceño al escuchar lo que Josh me acababa de decir.

-¿Los Claws? – Repliqué.
-Sí. ¿No es así como se llama?

De nuevo un grito vacío se escuchó detrás de mí. De nuevo me hizo sobrecogerme. ¿Y si alguien estaba en peligro?

-No. Son los Blews. – Le corregí, confundida.
-Eso ponía en Internet.
-¿Y para qué has buscado sobre él en internet?  

Me paré un segundo en seco y escuché como los quejidos ahora eran más graves. Por un momento, asocié internet con Matthew.

Matthew. Ese era el nombre de la tarjeta que tenía Josh en el coche y por la cual se preocupó tanto cuando la cogí, pero también era el hombre de cabeza rapada y tan corpulento, sumamente raro que fingió ser seguidor de los Claws. 

Un montón de preguntas se abarrotaron en mi mente ¿Claws? ¿Gritos? ¿Quejidos? ¿Internet? ¿Golpes? ¿Matthew? 

-¡Eres un maldito hijo de puta, Josh! – Grité a través del móvil.

Colgué rápidamente y, con las lágrimas amenazantes, corrí en dirección al parking. No podía creer lo inocente e ingenua que había sido. Ahora cuadraba todo un poco más.

Joder, Louis.