Camino con
las manos metidas en los bolsillos hacia la estación de autobuses más cercana.
No tengo dinero suficiente para un taxi y lo único que me queda es el autobús.
Aspiro y,
con las manos metidas en los bolsillos, sigo caminando, siguiendo las gotas que
rebotan contra el suelo y, después, se rompen. Como yo.
¿Por qué es
posible que una persona pueda afectar tanto en todo a otra? ¿Cómo es posible
que alguien que para mí hace unos años fuera insignificante, no existía, ahora
lo era todo?
Dina se ha
ido del aparcamiento de coches, porque no veo su vehículo por ningún lado.
Supongo que será porque ya sabía que Louis se había ido y no querrá verme
destrozada.
Mis lágrimas
bañan sin control mi rostro. No quiero hacer otra cosa que llorar y quizás eso
solo sea de personas débiles, pero ahora mismo, yo soy alguien débil, frágil,
que sólo con el roce de una simple yema, me rompería en dos. Y quizás eso fuese
lo mejor.
Sigo andando
y mojándome. Estoy cerca de la estación de autobús. La gente que lleva paraguas
o chubasqueros me mira. No quiero dar pena, ni siquiera quiero que sientan nada
hacia mí.
Un hombre se
levanta nada más verme de la estación de autobuses, y me señala el asiento para
que me siente.
-No, no hace
falta. – Le digo.
-Por favor,
señorita. – Me ruega.
Giro el
labio y no quiero ser maleducada. Me siento.
Mi mente
está nublada, gris. Sólo unos ojos azules son el color que veo en mi vida ahora
mismo.
Le he
perdido. Sí. Le he perdido. La agonía e impotencia es lo único que siento
ahora.
Cojo aire y
lo suelto intentando que las lágrimas no salgan en forma de bala de mis ojos y
que nadie más se percate de mi delicada situación sentimental.
Inglaterra.
Oh, Dios míos. Ya está. Ya se ha ido.
Ahora tendré que subir y poner la palabra fin. Todo esto habrá acabado.
De repente
se avista el vehículo rojo y todo el mundo se pone de pie. Me espero a que
todos pasen delante de mí y me pongo la última.
Suben
animados, incluso la voz de un niño pequeño se me mete de lleno en los oídos,
creándome algo de esperanza y de felicidad.
-Señorita. –
Me reclama el conductor.
-Lo siento.
– Me disculpo.
-¿Cómo va a
pagar? ¿Tiene bono?
-No. –
Niego.
El hombre me
mira a los ojos y se asusta. Giro el labio y le tiendo un billete.
-Quédese con
las vueltas. – Digo.
El hombre lo
pasa por la máquina y yo paso sin ningún tipo de impedimentos hacia el último
asiento.
Me siento y
echo la cabeza para atrás, mirando el techo del vehículo que empieza a caminar
y a vibrar.
Como dueles,
Louis Tomlinson.
Cierro los
ojos en el camino e intento que pase rápido. Sólo quiero llegar a mi casa y
meterme en la bañera para que mi cuerpo se estabilice.
La siguiente
estación es la mía. Me pongo de pie y pulso el botón rojo de las barras
amarillas.
Casi me
caigo cuando intento conseguir equilibro, pero me agarro a la barra.
El autobús
para y yo bajo por la puerta del medio.
De nuevo me toco con toquecitos mi pelo que aún no se ha secado. Sigue lloviendo a
cántaros. Maldito invierno, cada vez lo odio más. Cada año le cojo más asco.
Meto las
manos en mis bolsillos y doy con un paquete de tabaco. ¡No me acordaba!
Saco una
colilla de dentro y la pongo en mi boca, corriendo debajo de un tejadillo para
que la lluvia no lo apague antes de encenderlo.
Pongo la
mano para que la llama del mechero no se apague y lo enciendo. Lo pongo en mi
boca y lo consumo.
-Por ti,
Tomlinson. – Susurro.
Doy una
fuerte calada, con rabia y odio, y muchos sentimientos a la vez.
Es como si
pudiese quemar el pasado por un instante, es como si pudiese borrarle de mi
mente por unos segundos. Como si la rabia se calmase cuando fumo.
Una mano
aparece en mi campo de visión y arrebata la colilla, soplándola y tirándola a
un charco cercano.
-Pero, ¿Qué
haces? – Digo, sin saber quién es aún.
-Fumar no es
sano. – Dice.
Levanto la
mirada y es Liam.
-¡Liam! – Le
regaño. – Joder, ese cigarro…
-Madre mía,
preciosa. ¿Qué te ha pasado? – Pregunta, casi asustado.
Agacho la
cabeza sintiéndome culpable. Su mano no tarda y se posa en mi barbilla,
levantándome para que le mire a los ojos.
-¿Qué no me
ha pasado? – Digo, contestando con otra pregunta a su pregunta.
Frunce el
ceño y suelta mi barbilla. Mi cabeza cae por sí sola hasta su posición previa,
y miro al suelo, viendo como el cigarro está inundado gracias al charco.
-Otra vez
faltas mucho a clase. – Dice. – Pensé que estarías enferma.
-Sí. Estoy
enferma. – Excuso.
El chico ríe
y se agacha de cuclillas para mirarme a los ojos.
-No te creo.
– Me dice.
-¿Por qué?
-Si
estuvieses mala, primero, no fumarías; Y segundo, no andarías por la calle
empapándose bajo una tormenta.
-Me han
dicho los médicos que es una táctica curativa. – Le digo sacándome el paquete
de tabaco otra vez y cogiendo un cigarro.
El chico se
echa a reír mientras se pone de nuevo erguido y yo suelto una débil carcajada.
-No fumes. –
Me pide.
-Lo siento,
Liam.
-Es irónico.
Te pido que no fumes, sin embargo, te vendo y te regalo el tabaco.
-Es tu
culpa. – Digo.
El chico
sonríe y yo sacudo mi cabeza mientras doy caladas al cigarro.
-No te
venderé ningún tipo de tabaco a partir de ahora. – Dice.
-Bien. –
Digo. – Perderás una fiel y regular cliente.
El chico se
echa a reír y se abalanza sobre mi cuello, sin importarle lo empapada que esté
gracias a la tormenta.
Le rodeo por
el cuello con cuidado de no quemarle y siento como su respiración choca en mi
pelo mojado.
-¿No vas a
casa? – Pregunta, casi en mi oído.
-Iba. – Digo.
Liam se
aleja de mí y me mira con sus ojos marrones, rasgados y profundos.
-¿Por qué? –
Replico.
-Debes ir. –
Dice.
Encojo mis
hombros y doy la última calada al cigarro antes de tirarlo al mismo charco
donde se encuentra el otro.
-Bien, iré.
– Digo.
-Anímate. –
Me pide. – Si necesitas algo, sabes dónde encontrarme.
-Te dije que
no seré más tu cliente.
-¡Oh,
mierda! – Exclama con ironía. – Yo pensaba hacerte el carnet de socia.
Le miro con
un gesto de asco y le saco la lengua. Segundos después, le sonrío y le doy un
beso en la mejilla en forma de agradecimiento.
-Hasta
luego, Liam. – Digo.
-Adiós,
______.
Le sonrío y
empiezo a caminar debajo del tejado. Ver a Liam me ha hecho bien, pero solo
pensar que ahora tocará subir a la casa donde viví con Louis...
Niego con la
cabeza mientras me aproximo al portal. Las lágrimas amenazan con salir, de
nuevo. Pero contengo la respiración y me aguanto.
Paso al
portal y me toco. Sigo estando empapada. El sabor a tabaco yace todavía en mi
boca.
Un pinchazo
en mi estómago se apodera de mí cuando de nuevo se me viene la sonrisa de
Louis, su tupé y sus ojos oscuros cuando se enfadaba conmigo.
Ese beso en
los vestuarios y esas ganas que nos teníamos aquella noche antes de que pasase
todo…
Oh, Dios.
Esto es horrible.
Esto que
pasa ha sido como la luz. Brilla lo más que puede, pero llega el momento que se
apaga, para siempre.
Comienzo a
subir débilmente las escaleras. Las gotas que salen de mi ropa, e incluso de mi
pelo, van dejando huella en cada uno de los peldaños antiguos.
Último
esfuerzo. Solo quedan cinco peldaños.
Mis ojos
siguen yendo a la dirección donde van mis pies, y continúo siguiendo el mismo
ritmo apenado e impotente.
Paro un
segundo. Veo unos pies con unas botas militares negras. Frunzo el ceño y cierro
mis ojos.
Los aprieto
y los vuelvo a abrir. Siguen estando ahí. Ahora me llevo el puño y los masajeo. Los
vuelvo a abrir, y ahí siguen.
Levanto
despacio la mirada y veo unos vaqueros ajustados y oscuros. Unas piernas
dobladas, sentadas en los últimos peldaños. Las manos entrelazadas con sus
venas marcadas y sus uñas perfectamente cuadradas. Parece que su pulso le
tiembla.
Cojo aire y
mi corazón me va a mil. Creo que, sea quien sea, sabe que no quiero mirarle a
los ojos.
En un
segundo nace la esperanza dentro de mí. ¿Louis? No. No. No quiero pensar eso.
Sé que él no puede ser. Está en Inglaterra.
El estómago
me oprime demasiado y el corazón amenaza con salírseme por la boca.
-¿No quieres mirarme?. – Me pregunta.
Tiemblo. Esa
voz. Esa maldita voz.
Estoy
luchando entre levantar mis párpados o caerme desplomada al suelo.
La esperanza crece y se aviva cada segundo más.
Mis dejan de
temblar y mi equilibrio permanece cuando veo que las dos manos se desenlazan y
me atrapan las mías. Ese tacto tan suave y cálido…
Oh por dios oh por dios oh por dios. Ha vuelto verdad?? Tiene que ser Louis tiene que ser, O.M.F.G No puedes dejarnos asiiii
ResponderEliminarP.D: Acabo de actualizar mi descripcion de twitter a Nerry :) @auryn_sara
omg omg que fuerte tiene que ser Louis, tiene que ser el por dios, ayayay que bonito siguela cuando puedas por fa es preciosa me encanta
ResponderEliminarBssss guapa
Shit. Perfecto. Perfecto. Dios. No quiero que acabeeee! Sube pronto, please.
ResponderEliminarME MUEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO TIA QUE FUERTE TIENES QUE SEGUIIIIIIR
ResponderEliminarPD. Sé que no comento mucho pero siempre leo tus caps y me encanta como escribes :))))))
atentamente: una Nerry ;))
Vale, no puedes dejarme así, es increíble.¿Es louis? Oh dios, que intriga. No tardes en subir cap.
ResponderEliminarBesos :)
No noss puedes quedarr asii dioos!! Seguroo que es Louiss !! :)) Me encanta tu novelaa!! Por favoor sube el siguiente cap pronto me muero de ganas por leerlo ! :)
ResponderEliminarSe me caen las lágrimas tia, literalmente ahora mismo, estan a punto de bajar por mi cara y parar a saber donde. Jobar.. q es el maldito Louis William Tomlinson, que no se ha ido, que esta ahi. Que cosas mas bonitas haces tia, estoy llorando. PD: Paro un segundo. Veo unos pies con unas botas militares negras. Frunzo el ceño y cierro mis ojos. SABES COMO HE MUERTO EN ESTE MOMENTO?! Te quiero Nere, todas tus Nerrys :')
ResponderEliminar